29 ago 2010

Nathasa, Capítulo 1, Nuevo día



 

“La vida es corta querida, si no la aprovechas no conseguirás nada”

Aquella frase se me había quedado grabada en mi mente desde el día en que lo conocí. Después de casi 500 años de ello, aun seguía recordándolo todo sobre él. Su risa, sus labios, su forma de hacer que te quedases mirándolo fijamente a los ojos, sin duda había sido uno de los hombres que más me había atraído en toda mi vida.
“Disfruta de la vida querida Sophia, pues es la única que tenemos”

Abrí la tapa con fuerza de mi ataúd haciendo sin querer un fuerte ruido y provocando un golpe seco en el suelo cuando chocó aquella tapa. Gruñí, esperaba que con este ruido no hubiera despertado a Leslie, pues sabía lo enfadada que se ponía cuando la despertaba de su sueño, cuando según ella, podía disfrutar de algo más. Miré hacia donde estaba su ataúd y  suspiré calmada, ella no se había despertado. Sonreí. El suspirar era un gesto humano que se había convertido en una manía para mí pues aun seguía recordando algunas cosas de aquella vida y las había vuelto manías. Me revolví el pelo, echando hacia atrás aquellos mechones rebeldes rizados negros que tenía y meneando un poco la cabeza para que mi largo cabello cayese bien por mi espalda. Desde mi época humana me había gustado llevado largo aunque estaba prohibido por aquel entonces, por lo que ahora disfrutaba llevándolo así.

Me estiré un poco y salí del ataúd, la verdad que seguía sin comprender del todo, el porqué le había dicho a Less que teníamos que dormir en ataúdes, con lo fácil que era dormir en una cama, además de que si decidía traerme a algún macho tenía que conseguir una cama, pues no iba a acostarme con él en un fino ataúd. Suspiré de nuevo mientras mis manos pasaban por la fina madera de la que estaba construido en ataúd. Sonreí, aunque me quejase, tenía que reconocer que me encantaban y además era una cosa con la que hacía rabiar a Less, así que, solo por eso ya me gustaban.
Caminé hacia las escaleras que conducían al piso y miré de soslayo el ataúd de Less, esperaba que durmiera bastante más, pues no quería que subiera y viera lo que estaba organizando.

Fui directa a la habitación que se encontraba al final del pasillo y cerré la puerta con cuidado echando el pestillo y encendía la luz de la mesilla. Otra manía, pues aunque veía perfectamente gracias a mi visión, me gustaba tener aunque fuera una pequeña luz que iluminase el lugar.
Allí, abrí las puertas del enorme armario de color marrón oscuro construido en madera de roble traído de Francia y comencé a buscar algo que ponerme. La ropa estaba perfectamente guardada en cajones, lejas y perchas, perfectamente cada cosa en su sitio y todo doblado. Tenía que reconocer que era bastante ordenada y que tenía una pequeña obsesión con ello pero trataba de no demostrarlo, no demasiado.
Finalmente me decanté por un vestido elegante de tiras anchas de color azul marino con flores como estampado y que llevaba en el cuello una pedrería de color azul y blanco, con pequeños cristales que adornaban el cuello circular; el vestido era un poco ceñido y realzaba algunas de mis  curvas. Me recogí el pelo echándolo hacia atrás y me eché un poco de espuma en las puntas para que los rizos finales se vieran realzados. Cogí unos zapatos finos del mismo color que el vestido y con un poco de tacón de aguja, no mucho, puesto que ya era bastante alta y nunca me había gustado mucho serlo.

Cogí el bolso, el IPAD, gracias a ese pequeño aparato podía saber casi todo al momento y guardaba todo lo que necesitaba para mi trabajo. Me acerqué hasta una leja que tenía con fotos y miré dos en las cuales salía en cada una con un hombre. Las miré unos instantes y acaricié ambas fotos rozándolas con la punta de mis dedos donde salían ellos. Suspiré pensativa. Esperaba que con aquello que estaba ideando pudiera a cualquiera de los dos. Él era una de las razones por la que estaba haciendo todo esto. Negué con la cabeza y miré el reloj que llevaba en mi muñeca derecha, un regalo de Less por uno de mis cumpleaños. Sería mejor que me fuera marchando o acabaría llegando tarde; dejé el portarretrato detrás de los demás, donde estaba antes y salí de la habitación. Usé mi mente para cerrar el pestillo por dentro.
Esa habitación era únicamente mía y me gustaba que siguiera siéndolo. Era lo único que no compartía con Less, lo que tenía dentro de aquella habitación, ya que era algo demasiado personal para mí  lo que había entre aquellas cuatros paredes.

Cogí las llaves del coche y caminé hacia la puerta del garaje donde se encontraban nuestros respectivos coches. Antes de ir pude ver el portátil de Less abierto aunque apagado encima de la mesa del salón; sonreí por ello. Vaya, al parecer se había tomado en serio aquello que le dije de escribir nuestras memorias.
En el garaje estaba el descapotable deportivo  de Leslie, bastante atractivo la verdad, aunque no era del todo mi gusto,  ya que prefería los coches con capó, por eso yo tenía un Lexus LS Hybrid negro metalizado realmente elegante y sobretodo discreto, algo que no solía ser normal en mí, pero tenía que reconocer que los coches así me encantaban.  Tenía otro coche, un Porche Carrera GT rojo, que era el que solía usar cuando iba de fiesta ya que prefería reservarme el Lexus para ir a trabajar.

Mientras subía en el coche, pensaba en la mentira que le había dicho para que escribiera sobre su pasado…
-Oh vamos Less, venga, será divertido y seguro que acabamos haciéndonos famosas y todo- le había dicho una de las tardes anteriores.
-No sé yo Nath, no tengo muchas ganas de escribir y recordar mi historia y encima para la revista donde trabajas- me había replicado ella, aunque finalmente había conseguido que cayera y aceptase escribir su historia.
Si ella supiera para que deseaba verdaderamente que escribiéramos nuestras historias, creo que me odiaría y mataría.

Cerré la puerta del coche, abrí con el mando la puerta del garaje y salí rápidamente de allí para ir a mi oficina situada en el centro de la ciudad de Nueva York. Vivíamos muy llegando a las afueras de la ciudad, en uno de los barrios más lujosos y ricos de Nueva York. Todo había sido cosa mía y me había encargado de buscar casa después de que decidiéramos venirnos a vivir aquí. Me gustaba el barrio, había gente agradable y con la que de vez en cuando salía a dar una vuelta. Prefería vivir alejada del bullicio de la zona centro y retirarme un poco a las afueras. Era más tranquilo, sobre todo si traíamos compañía.

En unos quince minutos estuve en el centro de la ciudad, me gustaba la velocidad, por eso me había comprado este coche, ya que era uno de los más rápidos y además me encantaban todos los adelantos que tenía. No era tan lujoso como el que tenía para cuando salíamos de fiesta pero para ir a trabajar me gustaba, ya que demostraba mi formalidad y mi buen gusto; algo que se tenía muy en cuenta al parecer en la revista donde trabajaba.

Aparqué en el aparcamiento subterráneo que teníamos en el primer piso del subsuelo y tras sacar mi bolso y el IPAD del coche, cerré la puerta y me dirigí hacia el ascensor. Allí pulse el botón de piso principal para ir a la entrada de mi trabajo.

En la zona principal del edificio de 6 plantas se encontraban un par de compañeros con los que colaboraba de vez en cuando y también uno de los encargados de mi ascenso a redactora jefa de la revista y periódico New York Times. Los saludé con una sonrisa discreta y subí en otro ascensor hacia mi oficina. Sabía que en parte, me había ganado el puesto gracias a mi atractivo pues todos me decían que uno de los jefes estaba loco por mí y deseaba pedirme para salir, algo que no me molestaba y que si me daba beneficios no me importaba, pues solo era un humano más. Entré en mi despacho, cerré la puerta  y tras quedarme mirando las fotos que tenía en la mesa en las que en una salía con Leslie y en las otras con una persona distinta, volví a exhalar un suspiro y  comencé a escribir en el portátil una noticia que me había llegado al IPAD proveniente de Los Ángeles. Más tarde escribiría algo sobre mi historia y cómo me convertí en la  persona que soy ahora.

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